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DARDOS: PERIODISTAS, NARCOS Y TV

La semana pasada, una buena cantidad de medios mexicanos firmaron un Acuerdo para Cobertura Informativa de Violencia. Hay, por supuesto, cosas buenas; como en todo: proteger la identidad de las víctimas colaterales no publicando información (o fotos) sobre ellas es algo que se hace en muchas regiones del mundo y era necesario que los mexicanos lo asumiéramos. (No se necesitaba un acuerdo sino revisar manuales de ética y de estilo, pero bueno, allí está). Se acordó dar mayor protección a los periodistas en riesgo, algo que todavía no queda claro cómo va a aterrizar, sobre todo después de tantas promesas de Felipe Calderón al respecto. Pero bueno, también allí está.
Lo que más preocupa del Acuerdo no es siquiera que el testigo de honor sea una parte interesada, en este caso el jefe del Ejecutivo, quien lanzó una guerra por motivos políticos y esperaba cosechar sus “logros” en su imagen pública. Lo que sí asusta es que los medios dejen de cubrir temas relevantes para los mexicanos y que se derivan de esta guerra, como el trauma que viven en este momento comunidades de todo el país, o el asesinato de inocentes, o los excesos cometidos por fuerzas policiacas militarizadas que han declarado públicamente su falta de compromiso con la defensa de los derechos humanos.
Por eso, creo, es necesario que desde lo individual varios de nosotros, reporteros, periodistas, planteemos dudas y advirtamos riesgos. (Pocas empresas se atreverán a disentir públicamente). Sobre todo, es urgente fijar ciertas posiciones porque, en opinión de muchos comunicadores que no figuran entre los firmanes del Acuerdo, la publicación de eventos relacionados con la violencia y la guerra contra las drogas del gobierno federal responden a una realidad. Y la realidad no debe ocultarse. Tampoco debe ignorarse que el lenguaje de violencia y esta fascinación insana por los narcotraficantes se alimentó desde muchos frentes, y en particular, en este sexenio, desde Los Pinos.
1. El “lenguaje de los narcos” no lo introdujeron los medios serios al uso común. Lo hizo el gobierno federal. Durante más de cuatro años, el presidente Felipe Calderón no tuvo otro discurso que el de su guerra contra las drogas. Habló de narcos en eventos de turismo, de energía, de economía. Allí están los archivos. Habló de narcos frente a empresarios, estudiantes, amas de casa. Todos lo recordamos. Difundió, con ayuda principalmente de la televisión, las imágenes de presuntos criminales cuando no habían sido juzgados, y fue él quien se puso un traje militar y se paseó en un vehículo del Ejército como primer acto masivo de su gobierno, un 6 de diciembre de 2006. La difusión intensa de la guerra, incluso en el exterior, es culpa de una estrategia de comunicación que, seamos honestos, le provocó un daño costosísimo a la sociedad mexicana.
2. Como nunca en la historia de México, el mismo presidente se encargó de anunciar, con su voz, vía redes sociales o en eventos públicos, el arresto de presuntos criminales sin que pasaran por un juez, como ya se dijo. Calderón fue el que hizo del conocimiento público incluso sus sobrenombres. El “Hummer” es el “Hummer” porque Calderón así lo hizo saber ante la opinión pública, por ejemplo. Nadie lo conoce por su nombre –por cierto, se llama Jaime González Durán– sino por el apodo que se le dan en los círculos policiacos y entre traficantes y que el presidente de México utiliza con frecuencia. Y así lo hizo el jefe del Ejecutivo federal con infinidad de individuos que, además –se insiste– no han sido aún juzgados y por lo tanto son simples sospechosos de crimenes que seguramente cometieron pero que el Ministerio Público deberá probar.
3. Fue el gobierno federal el que difundió día y noche la vida y obra de los narcotraficantes. El pecado de los medios fue hacerle caso al aparato de difusión de Presidencia de la República. Para darse publicidad y contrarrestar los cuestionamientos a los errores cometidos en su guerra, Los Pinos entregó información vasta sobre los líderes de los grupos criminales cada vez que dio con ellos. Lo hizo en multitudinarias conferencias a las que la televisión tuvo acceso en vivo y en directo, como si se tratara de reality shows. Lo hizo permitiendo que desde las oficinas de la Policía Federal salieran expedientes de los presuntos enemigos del Estado y de los mexicanos. Lo hizo, incluso, realizando montajes: es conocido que Genaro García Luna “puso en escena”, para la televisión, supuestos operativos exitosos. La verdad se ha venido haciendo pública.
4. Ocultar los hechos de violencia es censura, o autocensura. No nos hagamos bolas. Una censura idiota, por otro lado: las redes sociales llegan a millones de personas que allí están informándose, sin los criterios de comunicadores profesionales, sobre el horror que vive México. Ocultar los hechos de violencia es, además, permitir que el gobierno federal mienta: el país sí está convertido en una zona de guerra porque se falló en la estrategia contra las drogas. Y allí que no quepa la duda: fue Los Pinos el que falló. O, a ver, que de una vez responda a una pregunta que hemos hecho muchos mexicanos: ¿a quién consultó la estrategia de la guerra? ¿Quiénes estaban con él –especialistas, analistas, sociólogos– cuando Calderón determinó que lo que este país necesitaba, por encima de atacar la pobreza o los monopolios, era sacar al Ejército y a la Policía Federal a las calles?
5. Publicar información sobre la violencia inédita que vivimos los mexicanos no degrada nuestro oficio. Aunque muchos quieren ver fotos y videos de los descabezados y asesinados –y muchos los ven in situ en las zonas más violentas del país–, los medios no debemos proporcionarlas. Queda claro, incluso por razones estéticas. Pero lo que sí nos degrada como sociedad y como gremio es que artistas se hagan pasar por periodistas y monten talk shows que denigran a los ciudadanos, que son discriminatorios, que generan una cultura chatarra y que sirven como cortina de humo ante la realidad. Y esto lo hace la televisión. Y nadie le pone un alto. Ahora le pregunto a los medios firmantes: ¿Los reporteros sabían? A ellos que exponen el pellejo, ¿los consultaron?
6 (y último punto, que aquí nos podemos seguir al infinito). Hay un país en guerra: ¿dejaremos de cubrirlo informativamente? Hay inocentes que mueren a diario: ¿cerraremos los ojos? Son hechos. Nadie inventa nada. Como periodistas, no debemos callarnos o la historia nos lo va a cobrar. O la sociedad misma. El pensamiento decimonónico de los medios, y la urgencia del gobierno federal para frenar el daño en su propia imagen por sus propios errores, llevó a un pacto que nace en el error, y fracasado. Los periodistas ya no estamos solos; suena rimbombante pero es la realidad: nos acompañan (y nos sustituirán) las redes sociales. La información circulará de todas maneras. Qué lástima que estemos renunciando a lo que era nuestra obligación: informar.
Concluyo con algo más: Siempre sospecharé –y sigo hablando en términos personales– de algo que promuevan los monopolios televisivos. No le han dado nada a este país nunca. Antes de este Acuerdo no les cría nada. Y no voy a creerles ahora.

1 comentario

  1. Cómo siempre, desde que tengo leyéndolo, encuentro en sus palabras el reflejo de un periodista-escritor sensato al que he llegado a admirar muchísimo.
    Sólo un detalle, y no es que sea una detectora de fallas, pero en el párrafo 4 (punto 1) dice que Calderón se paseó en un vehículo del Ejército como primer acto de su gobierno un 6 de diciembre de 2011, aunque ese es un día que todavía no llega.
    Saludos maestro.

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