Dicen que nevará. Y sí, puede ser, porque cae un frío dulzón como el de los momentos previos a una nevada (frío-frío pero no tan frío) y las nubes, bombones rojos (en eso arriba que llamamos “cielo”), hacen esfuerzos por tapar la luz de la Luna.
Esta madrugada hay Luna y estrellas y son un techo arriba de los techos de Juárez y El Paso.
En la tarde, ¡qué tarde!, el sol se dio tiempo para dar el mejor de sus espectáculos. Vi sus rayos cruzar mansiones de algodón, abrir caminos de oro entre una nube y otra. Caminos de luz –anaranjados, azules, rosas, amarillos– entre los algodones blancos.
Mi hermano me llevó de niño a la acequia y después de la acequia estaban los algodonales. Esos campos eran como un espejo gigante que reflejaba el cielo (eso arriba que llamamos “cielo”): algodón gigante en el techo del mundo, y abajo, reflejado, algodón pequeño.
También recuerdo esos mismos campos en invierno, después de la cosecha, tan grises y tristes, secos; tan amargos y despojados.
Seremos, algún día, algodonales después de la cosecha.
Dicen que nevará y mejor así, para que la nieve cubra mis campos grises y tristes de invierno, tan amargos y despojados después de la cosecha.