Dos días después de la Marcha Nacional encabezada por el poeta Javier Sicilia, el pasado martes 10 de mayo –hace décadas para la memoria de las redes sociales–, el hashtag o tema más importante en Twitter era @ChingaTuMadreCalderon. Un día antes, el lunes por la tarde, el gobierno federal había respondido otra vez con rudeza a los miles y miles que protestaron el domingo anterior: Felipe Calderón prometió “escuchar a los organizadores de la marcha” pero su vocero para temas difíciles, Alejandro Poiré, dijo en pocas palabras que la demanda de Sicilia y sus seguidores no sería atendida; que el secretario de Seguridad Pública federal, el (por alguna razón) poderosísimo Genaro García Luna, no sería removido porque era “parte central del debilitamiento de las estructuras del crimen organizado”, y porque “ha logrado la detención de muchos criminales”. En un país con 40 mil muertos en menos de cinco años a causa de la estrategia contra las drogas, con la mayoría de líderes de los cárteles libres y con un aumento en el consumo de estupefacientes, la respuesta fue considerada por algunos sectores como soberbia, actitud recurrente del sexenio.
Ese martes, sin embargo, los tuiteros mexicanos no se habían unido a la demanda que llevó a miles a marchar. No protestaron por la respuesta de Los Pinos: se unieron, ese Día de las Madres, en una gran puntada: mentársela al presidente. Por la mañana del 10 de mayo, varios entusiastas, entre ellos @harmodio, trataron de convencer a la turba de que usara la etiqueta #FueraGarciaLuna. Él la usó insistentemente; logró poco, a pesar de que tiene algunos seguidores. “Si ustedes fueran egipcios, García Luna ya habría renunciado”, escribió en algún momento. Y después: “Sabemos o intuimos que tras García Luna vendrá alguien igual o peor: en eso, políticos y narcos se parecen”.
Supongamos que el hashtag #FueraGarciaLuna hubiera pegado, y que Twitter se vuelve una sola voz que obliga a la prensa a reseñarlo; imaginemos que Los Pinos responde a la presión de los tuiteros y hace lo que no ha hecho en casi cinco años de guerra fracasada: remover al responsable de la seguridad del país. En efecto, como razonaba @harmodio, Calderón habría puesto con cierta lógica a otro funcionario igual o más cuestionable para que enfrentara a los criminales, y para que apuntalara su estrategia basada en las armas y no en la asistencia social. Una vez caído García Luna, los tuiteros no habrían logrado –ni en sueños – estructurar un segundo paso para su “revolución”: entre el despido y el nuevo nombramiento, no se habría articulado en las redes sociales una idea congruente para obligar al gobierno federal a un cambio de estrategia. Y así, si estuviéramos en mano de los tuiteros, la remoción del cuestionado funcionario habría sido inútil. Y las movilizaciones, en balde.
REVUELTAS O REVOLUCIONES
Algo tendremos que aprender: las “revoluciones” desde las redes sociales, principalmente desde Twitter, son simples revueltas o levantamientos. Es la turba dejándose arrastrar por una o dos ideas comprensibles que no arman una nación o un sistema de pensamiento. Pero las turbas, por más justa que sea una causa, actúan desesperadas, inflamadas por la adrenalina. Las turbas linchan; casi nunca piensan, cometen atrocidades y se equivocan, como nos dice la historia. El cyberactivismo podrá ayudar a derrumbar a ciertos tiranos como a Hosni Mubarak en Egipto (quien, con 30 años en el poder, ya olía pestilente) o como a Zine el Abidine Ben Ali en Túnez. Las redes sociales pueden ayudar a masificar una causa básica, pero nunca garantizarán el siguiente paso. Por eso no pueden protagonizar revoluciones, sino levantamientos. Las ideas del progreso no vienen por allí: estamos frente a un nuevo activismo que cómo hace barullo; y nada más. Napoleón Bonaparte no era usuario de Twitter pero parecía hablar de estos tiempos cuando decía que “en las revoluciones hay dos clases de personas: las que las hacen y las que se aprovechan de ellas”. Algo similar escribió Carlos Fuentes. Alguien que me diga que Egipto o Túnez son mejores países ahora; simplemente se instaló otro grupo político en las altas esferas de ambos países.
La razón del fracaso posterior al berrinche colectivo es de fondo y forma: esos que son capaces de modificar lo que piensan por tuits de 140 caracteres son individuos que brincarán como chinches del #ChingueSuMadreCalderón a una discusión sobre el último video de Lady Gaga. Que brinquen no está mal, pero sí que les parezca tan grave el fracaso calderonista como que la Gaga use imágenes y atuendos católicos 30 años después de Madonna. Por más que queramos pensarlos como una nueva y virtuosa estructura biológica, un organismo de microorganismos que operan para una causa con destino, en realidad los tuiteros van a donde los lleve una tendencia. Así es su comportamiento global. Por eso se calcula que el 1 por ciento de los tuiteros son generadores de ideas y el resto simplemente retuiteros.
Un hecho que nos sorprendió a todos fue el financiamiento de la campaña de Barack Obama. Como sabemos, fue la primera en captar online un alto porcentaje (67 por ciento) del dinero que requirió para ganar la presidencia de Estados Unidos. La Black Berry y sus constantes mensajes se hicieron famosos. Historia conocida. La revolución desde las redes sociales encabezada por Obama en contra de George W. Bush y del candidato John McCain tuvo consecuencias, y esa misma revolución las asumió: la derecha perdió la elección, y el centro moderado (el “Yes, we can”) formó un gobierno. Fue más allá de la simple revuelta; se transformó en una revolución en el poder aunque, sí, después decepcionara. Como casi todas las revoluciones. No me meto más en ese tema.
Allí radica la gran diferencia entre las dos etiquetas del 10 de mayo en México: la exitosísima #ChingaTuMadreCalderon no conllevaba compromiso alguno. El fracaso del #FueraGarciaLuna radica básicamente en que requería más que la simple mentada de madre. Para empezar, contestaba al discurso presidencial, al “no y no y no vamos a remover al secretario de Seguridad Pública”; pero, ¿cuántos tuiteros leyeron un día antes esa respuesta de Los Pinos? Y luego, la etiqueta demandaba un rol de activista: tuitear y tuitear y tuitear #FueraGarciaLuna hasta que el gobierno federal lo despidiera. Después, si era exitosa la demanda, la misma etiqueta requería un razonamiento mínimo: antes de que instalen a otro igual o peor, se necesita que se revise la estrategia federal contra las drogas. Y para continuar, el hashtag necesitaba asumir sus propias consecuencias: demandar una política social en lugar de una lucha armada; exigir la reasignación de fondos para programas a favor de la generación de empleos, de la educación y de la cultura. Puf, qué cansancio. La etiqueta #FueraGarciaLuna requería mucho. Mejor una puntada. Mejor el muy peladito #ChingaTuMadreCalderon que no pasa de ser lo que fue: cosquillas. El reflejo de un rechazo de cierta parte de la población, sí, pero que no es evidente sólo por Twitter, que no depende de esa red para ser real.
El 10 de mayo, el gran aludido, el presidente, se encontraba en Estados Unidos. Ni siquiera se quedó a dar seguimiento a las demandas de miles y miles de ciudadanos que ven a México en una “emergencia nacional”. Traía su móvil, seguramente. Pero habrá hecho lo que hacemos la mayoría cuando el interlocutor no tiene altura ni miras: se le ignora. Ni siquiera se le considera trol, ni siquiera se le bloquea; se le ignora. Más si es un anónimo, un sin rostro, un avatar bobo y simplista, un peladito sin ideas.
Excelente artículo, me gustó la frase de que sólo el 1% es generador de ideas y el resto sólo son retuiteros. Además concuerdo con la idea que Egipto y Túnez no son mejores países, sólo hay un nuevo sistema, pero volverán a caer en lo mismo, y quien sabe cuántos años pasen para que otras generaciones caigan en el hartazgo de ese nuevo sistema de gobierno y haber como le hacen para hacer una nueva revolución; no sé si Twitter siga existiendo para ese entonces.
al parecer lo que importa es descalificar cualquier “revuelta” la semana siguiente a que ocurre, que si solo es una marcha de clase media nomas, o de huevones de la unam, que si es de twiteros borregos. pfff mejor hecharle leña donde hay fuego y respetar un poco no?
Gabriel Uribe: No entendí muy bien tu comentario, pero te explico: Yo NO estoy descalificando el movimiento de Javier Sicilia. De hecho, yo mismo marché. Tampoco hablo de guevones de la UNAM ni califico a los tuiteros de “borreros”. Digo que –y cito–:“La exitosísima #ChingaTuMadreCalderon no conllevaba compromiso alguno. El fracaso del #FueraGarciaLuna radica básicamente en que requería más que la simple mentada de madre. La etiqueta #FueraGarciaLuna requería mucho. Mejor una puntada. Mejor el muy peladito #ChingaTuMadreCalderon que no pasa de ser lo que fue: cosquillas”.
Espero mi respuesta te sirva de algo. Saludos.
Podría argumentar a favor o en contra de tu postura y en ambos casos ser ecuánime, pero prefiero recordarte que ahi donde los intelectuales se sienten mejores al “peladaje” es donde la oligarquía se los coge a ambos.
Yo participé del #ChingaTuMadre…, sí, porque no exigía demasiado. Y no creo que podamos llamarle siquiera revuelta, sólo fue una válvula de escape. ¿Sumarme al #FueraGarcíaLuna? ¿Cómo, si ni me enteré? El twitter lo tomo como una fuente de información: noticias y, a veces, chismógrafo. Honestamente, no le veo sentido a proponer vía twitter, a la mayoría no le interesa; aparte, no creo que el movimiento por la paz tenga mucha esperanza, al menos durante lo que resta del sexenio.
En twitter las palabras se las lleva el viento, y el viento es el inconsistente sentido colectivo.
Por cierto, creo que me iría bien de político: no propongo, pero lo digo de tal forma que pareciera que sí; ¿usted qué cree? Jaja.
Me gustó mucho el artículo. Enhorabuena!
Alejandro, creo que hay que ser mas claro porque a menudo nos perdemos en las metáforas, te aseguro que el 99% de los que lean tu comentario pensarán que las revueltas (o revoluciones) no sirven de nada, la teoría del gatopardismo lampeduseano, craso error de ese 99%, al que tu contribuyes a confundir. Hay que ser mas claros para llegar a un mayor porcentaje de gente.
Saludos.
Creo que hay muchísima certeza, pero también creo es una nota meramente de tinte político.
Tuíter, “red social”, es tomada por muchos para muchísimos fines. Las revueltas de algunos tal vez ni siquiera buscan trascender sino expresarse, solo eso. Es importante identificar los tipos de tuiteros para poder entonces clasificar, de otra manera, debido a la gran versatilidad que se maneja ahí dentro, será imposible que se pase a la segunda fase, esa que comentas que siempre se queda en pausa.
Buena entrada.