Los segundos roncan discretos en la sala de espera. Las horas caminan lentas en sus holgadas batas azul-blanco. Pero un comando de microbios tomó de rehén al cardiólogo y demanda liberar a los viejos que duermen anestesiados en sus celdas de dos por cuatro.
Las teles dialogan entre sí. Los elevadores dan tropiezos camino abajo.
Las consolas deberían tomar café, o no soportarán su propio paso.
(Los hospitales alimentan las calderas con el aliento de los muchos que van llegando).